Empezando por los típicos/tópicos o lugares comunes que, según nos conviene o no, son realidades demostradas, Alemania es el motor económico reconocido de Europa. Su capacidad tecnológica, la eficiencia de su trabajo, la productividad de sus trabajadores y la calidad de sus productos ha puesto a los germánicos durante los últimos 75 años un paso por delante del resto de sus competidores europeos, siendo una referencia mundial en cuanto a ciencia e innovación. La verdad sea dicha, yo siempre he preferido un Audi a un SEAT y solo cuando ésta fue comprada por Volkswagen empezaron a fabricar coches decentes.
Entonces ¿por qué ha ocurrido este desafortunado suceso de equívocos y muerte? Pues aunque lo parezca, no estamos en una comedia negra de los hermanos Coen. Evidentemente, Hamburgo se ha encontrado ante un problema mayor cuando una decena de personas fallecieron por la infección producida por una cepa de la bacteria E. Coli. Sin embargo, la reacción de la senadora Cornelia Prüfer-Storcks fue desproporcionada e histérica, culpando a los pepinos españoles de la tragedia sin haberlo contrastado. Nada que ver con el ejemplo de seriedad que han dado las autoridades y los ciudadanos japoneses con el desastre de Fukushima. No, aquí se ha actuado como en un patio de vecinos chismosos, en el cual hay alguien que no va a las reuniones y que, por ello, había que criticar. A veces todavía estamos en aquello de que África empieza en los Pirineos.
Pero como casi siempre, los que chismorrean no saben mucho de la verdad, sino que les gusta contar historias y que les escuchen. Yo he crecido en el mar de plástico. Sí, yo soy de El Ejido. Y la agricultura española ha evolucionado mucho en los últimos 30 años. Las medidas de seguridad alimenticia introducidas por el estado y la Unión Europea han sido muchas y están funcionando muy bien. Afortunadamente, ya se acabaron los tiempos del Tamarón de Bayer, insecticida muy usado en los ochenta y muy tóxico. Tan tóxico, que el humor negro de la comarca de nuevo apareció cuando se denominó al “Tamarón-cola” como la bebida de moda del poniente almeriense, por el número de suicidios que se produjeron entre agricultores que no podían pagar los préstamos asfixiantes, con intereses de hasta un 20%, a los que se encontraban sometidos. No, hoy día los tomates se germinan con abejas. Yo siempre bromeo en mi casa con la productividad que generan: “trabajan hasta en domingo”.
Pero volviendo al tema de los pepinos. No creo que haya ningún interés oculto tras esta actuación lamentable de algunos políticos alemanes. Incluso los propios productores de su país se están viendo perjudicados por la desconfianza generada en los productos hortofrutícolas en general. Además, el ciudadano medio alemán, con la escasez de oferta y el encarecimiento de precios, está viendo perjudicada su dieta diaria y con ello su bienestar. Pero ahora la Canciller Angela Merkel se encuentra con un marrón muy verde. Y tiene que hacerle frente. La economía y la sociedad avanzan gracias a la confianza que unos depositan en otros para que estos cumplan sus compromisos. Si una parte se asusta y denuncia a la otra, que además estaba realizando perfectamente su parte del trato, la parte asustada tiene que sufrir las consecuencias.
Hay un dicho muy castizo que reza “quien la rompe, la paga”. Y eso es lo que tienen ahora que afrontar las autoridades alemanas. Su credibilidad se ha visto muy dañada y, de la misma manera que ellos y sus poderes económicos han presionado para que en España, y en otros países europeos como Portugal y Grecia, se efectuasen reformas económicas que, aunque necesarias, iban en beneficio de su sector bancario, ahora nuestros representantes tienen la obligación de exigir las indemnizaciones necesarias para cubrir las pérdidas de uno de los pocos sectores actuales de la economía española que ha hecho bien sus deberes, tanto a nivel nacional como internacional. Nuestra producción agrícola se ha visto injusta y terriblemente perjudicada por el (in)oportunismo de algunos políticos muy cobardes e irresponsables. Ahora Alemania tiene que responsabilizarse de su error y pagar los platos rotos. Y tan amigos.
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