17 nov 2010

Castells, Flamenco y dieta mediterránea

Le preguntaba yo entre la sincera ingenuidad y la parcial estupidez a un compañero de trabajo catalán que como se bajaba la gente de los castells una vez terminado. Que si saltaban o se bajaban como habían subido. Evidentemente lo último. Yo pensaba que era mucho más interesante un salto al vacío tipo puenting o como hacen las estrellas del rock. Hace el asunto más espectacular y excitante tanto para los castellers como para los espectadores. Suben hasta doce metros, o sea que es un buen salto. Pero no, se bajan como suben, por las espaldas de sus compañeros. Que decepción pensé yo.

Afortunadamente, la UNESCO no es tan ignorante como yo y ha tenido el acierto de conceder a la notable expresión popular española el título de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Este título ha sido igualmente concedido al Flamenco y a la dieta mediterránea. Estamos de enhorabuena en España ahora cuando todo lo que parece que reluce es deporte.

El Flamenco es arte, pasión y actuación pura. Muchos lo van a describir mejor que yo. Te puede gustar más o menos. A mi tanto cante jondo me llega a cansar. Yo soy mucho más del Enrique Morente experimental que del Jose Mercé tradicional. Evidentemente me encanta Paco de Lucia, aunque no sé si tanto como para escuchar un disco entero sin parar. Lo que si entiendo incomparable es el espectáculo en directo del Flamenco. Pocas expresiones humanas pueden alcanzar tal grado de sentimiento y belleza. No lo digo yo, hasta Al Pacino aprende a bailarlo en The Devil’s Advocate. Evidentemente está a años luz detrás de los bailaores y bailaoras españoles, que no han pactado con el diablo sino ensayado muchas horas, día a día, con pasión, para conseguirlo. Enhorabuena a los que fomentan esta preciosa expresión cultural, que con su sacrificio nos mejoran a todos.

Y en lo que todos participamos es en la dieta mediterránea. Ahí sí que podemos estar todos un poco satisfechos con haber puesto cada uno su granito de sal y su tomatito en la ensalada. Algo tendrá que ver el aceite de oliva y nuestras tapas para que seamos el país con más esperanza de vida del mundo. Aunque la verdad es que a esas ensaladas se las alegra un mucho con queso feta griego para darle el gustillo a los receptores de grasas saturadas. La dieta mediterránea tampoco es sólo nuestra. Griegos, italianos, marroquíes, en fin, la mayor parte del mediterráneo comparte sus fundamentos. Otro amigo se empeña en decirme que la comida italiana es mejor. Yo respondo “sólo hay diferencias marginales”. Los italianos tienen mejor pasta y nosotros mejor pan. Afortunadamente ambos países tenemos una calidad en nuestros productos que nos permite alimentarnos en las mejores condiciones al menor coste. Afortunadamente no tenemos la dieta alemana. “Eso no es verdad”, me dice otro amigo alemán defendiendo su cocina. Yo sólo puedo responder “vosotros tenéis grandes ingenieros y tecnología, pero lo que es gastronomía y alimentación, solamente weissbier. El resto Scheiße". Con perdón.

PD. Cuando redacté este artículo, ni de lejos podía pensar que la muerte de Enrique Morente se encontraba tan cerca. Sin embargo, este maestro de maestros no se ha marchado, sino que nos a dejado un legado incomparable del que podremos seguir disfrutando y redescubriéndo día a día a través de su obra y la de los artistas a los que ha inspirado. Mi más sentido pésame a sus familiares, amigos y amantes del arte. 
DEP Enrique Morente.

0 comentarios:

Publicar un comentario