19 nov 2010

Gallardón, deuda municipal y familia

El alcalde de la capital, Alberto Ruiz Gallardón, se ha visto nombrado en todos los medios de comunicación durante los últimos días. Inicialmente con cierto optimismo por la reunión con Zapatero y posteriormente abatido al comprobar que el presidente no iba a aceptar su petición de refinanciar la monstruosa deuda del consistorio madrileño. Sin entrar a valorar el futuro de los acreedores del ayuntamiento, debemos reflexionar seriamente porque se ha llegado a esta situación y cuanto en común tiene con la actual crisis que refleja la economía de la Eurozona.

Gallardón ha querido hacer mucho y rápido: reformar la M30, obtener los Juegos Olímpicos, ampliar el metro, habilitar carriles bici, construir torres galácticas, asombrarnos con cajas mágicas, etc. Todo esto ha servido sin duda para "mejorar" la habitabilidad de la capital para sus ciudadanos y darle más esplendor a su imagen de cara al exterior. Sin embargo, el señor alcalde ha olvidado la primera regla básica de la economía domestica enunciada por El Fari: “el dinero hay que ganarlo, pero luego tienes que saber gastarlo”.

Los rifirrafes por el gasto de las administraciones locales (y autonómicas) con el estado son tan antiguos como la existencia de estas. En estos problemas se pueden observar dos claros elementos de queja. El primero es la incorrecta asignación de recursos que el estado destina a las administraciones locales. Los alcaldes se quejan que el estado se lleva toda la pasta y sólo les deja las propinas. La mayoría de los impuestos de gran repercusión fiscal son recaudados por la administración estatal quien a posteriori concede fondos a los ayuntamientos. Ya se sabe “quien parte y reparte se queda la mejor parte”.

On the other hand, tenemos a los ayuntamientos queriendo abarcar mucho, por lo que pueden apretar poco. Por ello, bajo excusas de la necesidad de los servicios, tienden a incurrir en gastos no contemplados dentro de sus competencias estrangulando aun más sus reducidos presupuestos. Esta es una parte del problema. La otra son los clientelismos existentes en todas las esferas políticas, que en el ámbito local se acentúan mucho más debido a la cercanía de las relaciones entre los individuos implicados. Luego estas situaciones desvarían de muchas maneras y la creciente corrupción municipal es una de ellas. Alabado sea Don Corleone, llámese Julian Muñoz, Javier Carrión o Juan Enciso.

Esta problemática tiene difícil solución. El que centros de poder se enfrenten es normal. Hasta que punto esto puede o debe evitarse es discutible. Pero está claro que los problemas presupuestarios de las administraciones locales tienen que intentar reducirse. En mi opinión la privatización de los recursos de agua y limpieza local es una de las peores decisiones de la democracia. Son servicios esenciales que bien gestionados podrían traer unos recursos aceptables a los ayuntamientos. Sin embargo, la decisión de ponerlos en manos de amigos para que se ganen unos sobresueldos y alardeen de su capacidad empresarial ha restado recursos públicos a los consistorios. Todo sea por quedar bien con los amigos.

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