12 dic 2010

Marta Domínguez, tramposos y legislación

Siempre me han jodido los tramposos. Los hay en todas partes y nunca traen nada bueno. Los hay en el colegio, alumnos copiando en los exámenes; universidad, profesores apropiándose del trabajo de alumnos; fútbol, delanteros piscineros y defensas de codo rápido; literatura, autores para quienes el copia y pega es su mayor virtud; ciclismo, hasta hace bien poco el 90% del pelotón; medicina, doctores que recetan medicamentos tres veces más caros que otros similares, tras haber estos sido "recomendados" por las farmacéuticas; trabajo, jefes que ponen objetivos inalcanzables para no pagar bonos; atletismo... se los encuentra uno en todas partes, con esa sonrisa hueca del triunfador falso, que no hace a nadie ningún bien en el largo plazo, pero que la gran mayoría admira mientras no se sepa mucho en el corto.

En la facultad de Derecho, donde se puede encontrar un número mayor de la proporción esperada de tramposos, me enseñaron que la legislación no va en un tempo más lento que la realidad, sino en tiempos distintos. Alguno pensará que tiempos distintos significa que la realidad va con Vettel en un Red Bull de fórmula 1 y la legislación con Zapatero en un Opel Corsa 1.1. Bueno, quizás sea eso. La cuestión es que para poder delimitar quien esta haciendo trampas, es necesario que sepamos donde están los límites de lo que se puede hacer y lo que no. En algunos aspectos de la vida esas fronteras son muy claras y de sentido común. Si engañas a tu pareja, no necesitas el código penal para saber que la estás liando. En cambio, en el tema del dopaje en el deporte, como en el los derivativos financieros, el marco normativo aplicable está lleno de claroscuros.

El COI lleva recordándonoslo ya algunos años y candidaturas olímpicas, las cuales sirvieron entre otras cosas para arruinar las arcas municipales de Madrid. El gobierno respondió a estas peticiones con la llamada “Ley Lissavetzky” la cual endurece las consecuencias legales y penales de la utilización, recomendación y distribución de sustancias dopantes. Vamos bien. Sin embargo, parece que ni las instituciones internacionales, ni las nacionales quedaron satisfechas únicamente con la legislación. Esto unido a la necesidad evidente de generar noticias para apartar la atención del tristísimo estado de la economía, como el estado “controlador” de alarma de la semana pasada, han llevado a la realización de diversas operaciones policiales con atletas de perfil alto en los últimos tiempos.
 
Destacó la detención de Paquillo, quien sin haberse dopado en competición, ha sido sancionado por poseer semejantes productos. El tema de Contador y el dichoso chuletón también se las trae. Sin embargo, ha sido la operación Galgo, en la que aparece involucrada Marta Domínguez, la que ha levantado más revuelo por los implicados y las actuaciones policiales acaecidas hasta la fecha. Sin embargo, no todo encaja bien. La gran mayoría de los detenidos han sido puestos libertad. Entonces, ¿hacía falta tanto ruido? Si realmente se demuestran culpables ¿es qué no estaba ya a la vista? Marca tardo bien poco en sacar una portada espectacularmente escandalosa, por lo cual se deduce que podían saber de estas actividades. Probablemente sí. Sin embargo nadie ha dicho nada hasta que ha estallado en la cara. Ahora los medios buscan a quién colgar. Y este es el punto de inflexión.

Cuando en el deporte de competición se usan tantas y tantas sustancias, ¿cómo sabemos quien se dopa? y de estos ¿a quienes vamos a castigar? Muchos deportistas usan medicamentos fuera del botiquín de un ciudadano corriente. Sin embargo, algunos de los fármacos que usamos en nuestra casa darían positivo en las olimpiadas. Carl Lewis dio positivo por efedrina, sustancia que se encuentra en productos para el resfriado, y no fue castigado. Sin embargo, su rival Ben Johnson no tuvo tanta suerte y perdió su medalla de oro de Seul por usar Estanozolol. Andre Agassi se ha escapado sin sanción después de reconocer el uso de metanfetaminas, y aunque todos reconocemos que es un gran tío, debería haber pagado por ello. En la NBA, se usa de todo y nadie dice nada. Hay que acabar con el doble rasero, mantener unas reglas claras y aplicarlas para todos. Pero bueno, eso sería demasiado justo para algunos.

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